La Carnada Adecuada

Fotografías por: Thomas Cristofoletti para la USAID

Demostrando que las oportunidades económicas y la conservación pueden coexistir

Mucho antes de que salga el sol, Juan Calcaño, un pescador dominicano, sale temprano de su casa hacia la Bahía de Samaná a una corta distancia de su casa. Yamará, como lo llaman todos, comienza a prepararse para su día de trabajo la noche anterior.

Él y su compañero José Alberto unen largos palos de bambú y sogas con las redes de pesca conocidas como la suripera, en un intrincado patrón que soltarán al día siguiente. Se toma un poco más de tiempo para hacerlo bien, pero vale la pena: la suripera es más segura para los peces y la bahía.

“Pescamos con la suripera porque es una red que no causa daño” dice Yamará.  “Todo lo que captura la suripera está vivo. No captura peces pequeños, solo los camarones vivos”.

shrimp fisherman with net

Una vez desplegados, los postes y las redes unidas parecen una mariposa lista para emprender el vuelo. Cuando el bote llega a un buen lugar de pesca, Yamará y José bajan las redes a la bahía en busca de camarones y otros peces.

Durante años, los camarones y otros peces que antes abundaban, han ido desapareciendo. La sobrepesca y las prácticas pesqueras nocivas están vaciando la bahía y amenazando los medios de vida de los pescadores de la comunidad.

Una técnica de pesca particularmente dañina, apodada “licuadora”, agita los peces en masa y daña los arrecifes de coral que son vitales.

José Alberto le cuenta a Yamará varias historias de los viejos tiempos cuando abundaban los camarones y los peces.

“Había de todo”, dice Yamará. “Incluso escucho a las personas mayores decir que ellos tomaban una hoja de palmera y la arrastraban y atrapaban camarones y peces de esa manera. Pero eso ya no se ve con todo el daño que ha sufrido la bahía “.

La USAID junto con otros socios, incluyendo el Servicio Forestal de los Estados Unidos, apoyaron varias iniciativas para proteger la bahía y mejorar los medios de subsistencia de más de 3,000 pescadores. Eso incluye redes de pesca mejoradas y esfuerzos para cultivar nuevos corales para reemplazar los arrecifes de coral diezmados.

Los pescadores de la zona están aceptando lentamente este nuevo enfoque. Yamará confía en que las nuevas prácticas obtendrán una mayor aceptación. Él y otras 50 personas han formado la Cooperativa de la Bahía de San Lorenzo para organizar la venta de sus capturas, proteger la bahía y más.

three canoes

Además, los pescadores están ampliando sus actividades, desde la pesca hasta convertirse en guías turísticos profesionales, llevando a los visitantes por su impresionante hogar; desde la observación de aves hasta el kayak para explorar los manglares y cuevas que salpican la comunidad. Estas actividades adicionales también aumentan sus ingresos.

La pesca fue el primer oficio que Yamará aprendió con la ayuda de su padre, quien mantenía a su familia a través de la pesca. Los niños de Yamará, y las generaciones futuras, deberán proteger ese patrimonio y hacer mucho más por él.

“Si utilizo otras redes que son dañinas, me lastimo a mí mismo porque no podré subsistir, mis hijos no podrán sobrevivir”, dice. “Pienso en mis hijos, en la juventud que viene después de mí. Me importa, por eso uso la suripera, porque es segura”

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Acerca de esta historia:

Aproximadamente el 60 por ciento del coral vivo del Caribe se ha perdido en los últimos 30 años y, en la actualidad, las tres cuartas partes de los arrecifes de coral están degradados o amenazados. Estas estructuras submarinas son los hogares y los viveros de una variedad de vida marina. Su pérdida contribuye al declive económico de las comunidades que dependen de los ingresos que aporta la pesca.

La USAID trabajó con países de todo el Caribe para conservar la biodiversidad marina y costera y restaurar los medios de vida de las personas que viven en la región. Este proyecto abordó las prácticas pesqueras nocivas con nuevas técnicas. La USAID también apoya los viveros de coral para que los arrecifes puedan restaurarse y los peces puedan repoblar las vías fluviales.

La agencia y sus socios fomentaron el ecoturismo liderado por la comunidad para compartir las maravillas naturales de la región con los visitantes. Hasta 3.000 pescadores dependen de la Bahía de Samaná para su sustento. La asistencia de la USAID ayudó a rehabilitar un recurso importante para esta comunidad y más allá.