Conoce a Judith, voluntaria del Cuerpo de Paz en San Juan

Por Judith, voluntaria del Cuerpo de Paz en San Juan

Desde 1962, más de 4,792 voluntarios del Cuerpo de Paz han servido en la República Dominicana. Actualmente hay 187 voluntarios que prestan servicio en 19 provincias y trabajan en tres áreas técnicas del proyecto: desarrollo económico comunitario, alfabetización infantil y desarrollo juvenil. Los voluntarios viven y trabajan en las comunidades durante dos años como parte de su servicio público. Para el Mes de la Herencia Hispana, conozca a nuestros voluntarios de ascendencia latina que se encuentran en la República Dominicana .

Mi nombre es Judith, estoy en mis 20s, y nací en el Bronx, en Nueva York. He vivido en mi querido Bronx toda mi vida, con la excepción de mi tiempo aquí en la República Dominicana como voluntaria del Cuerpo de Paz.

Mi mamá y mi papá son de la República Dominicana. En realidad, mi madre no habla mucho sobre su viaje a los Estados Unidos y, aunque me encantaría preguntarle más, me he dado cuenta de la importancia de honrar la privacidad de la historia personal de alguien, especialmente una historia de migración. Vivir en la República Dominicana por más de dos años ha despertado mi interés y he podido obtener un poco más de información de parte de ella: mi madre llegó a Puerto Rico en 1986. Un año después, se casó con su amigo de la infancia, mi padre, y ellos se mudaron al Bronx, donde nos tuvieron a mis hermanas y a mí. Aunque se separaron años después, estoy eternamente agradecida por el respeto comunicativo que se han tenido el uno al otro.

Mi madre nos crió sola, en un país donde no conocía bien el idioma y no tenía muchos amigos. Ella se había establecido con mucho gusto en el Bronx, donde vivían tantos otros dominicanos, por lo que pudo aprender de su comunidad sobre la vida en los Estados Unidos. Mis hermanas y yo pasábamos nuestros veranos en Santo Domingo con mis abuelos para que mi madre pudiera concentrarse en el trabajo y ahorrar más dinero para nosotras y enviarlo como remesas a la familia en la República Dominicana.

Al vivir en El Bronx, he visto los efectos que las comunidades descuidadas pueden tener sobre una persona. Cuando tenía catorce años, conocía a chicas que habían experimentado embarazos no deseados, traumas y relaciones poco saludables. A los quince años, decidí convertirme en una defensora adolescente de Planned Parenthood de la ciudad de Nueva York (PPNYC), y nunca miré hacia atrás. Trabajé allí como defensora adolescente, asistente del programa de defensores adolescentes, embajadora joven global y educadora sexual en el transcurso de ocho años.

He visto a mi vecindario en los Estados Unidos cambiar de varias maneras. Es una sensación agridulce ver a la gentrificación cambiar tantas cosas en el Bronx, porque aunque hay más servicios y recursos disponibles, la demografía más privilegiada está causando la emigración de familias de bajos ingresos. Desearía que las personas que más quería ayudar aún estuvieran allí para recibir la ayuda que fue descuidada cuando éramos más jóvenes.

No obstante, seguí trabajando con personas con grandes necesidades. Cuando tenía 19 años, fui elegida para ser embajadora joven global para Planned Parenthood Global (PPG). Este honor me permitió viajar a Nicaragua, donde aprendí cómo los jóvenes locales administraban píldoras anticonceptivas e inyecciones de Depo-Provera y distribuían condones a otros jóvenes a través de un programa llamado 0-20 (cero embarazos menores de 20 años). Ellos me asombraron. Estaba tan motivada al trabajar con estos jóvenes que decidí que en algún momento después de graduarme de la universidad, viajaría a la República Dominicana para aprender sobre mi cultura y trabajar con los jóvenes en relación con la salud sexual. Un personal de PPG que trabajaba con sus contrapartes nicaragüenses me habló sobre el Cuerpo de Paz, y aquí estamos hoy.

Mi servicio en el Cuerpo de Paz consiste en realizar talleres de sexualidad en las escuelas locales y con un miembro de mi comunidad con quien colaboro. El trabajo requiere que esté disponible en todo momento, a veces usando la sala de mi casa como un lugar seguro para que la gente venga a hacerme preguntas personales. Los temas en mis talleres incluyen, pero no se limitan a; imagen corporal, autoestima, negociaciones de condones, anticonceptivos y relaciones saludables y no saludables. Los momentos más gratificantes de mi trabajo ocurren cuando talleres que comienzan con risas e inseguridades incómodas terminan convirtiéndose en actitudes seguras que conducen a la toma de decisiones informadas sobre salud sexual. Me encanta ver a los jóvenes darse cuenta de las consecuencias del comportamiento arriesgado. Es mi trabajo como voluntaria ayudarlos a tomar los pasos que necesitan para asegurar el futuro con el que sueñan.

Mi experiencia más significativa en el Cuerpo de Paz ha sido la facilitación de un taller llamado Pelo Malo No Existe para profesores, directores y trabajadores sociales de las escuelas durante una conferencia de género. Muchos de estos profesionales pensban que existía el pelo malo y que nosotros, como descendientes de africanos, teníamos que “domesticar” nuestro cabello para parecernos a nuestros colonizadores españoles. Durante los días posteriores al taller, mis compañeras voluntarias que formaron parte de la conferencia me enviaron mensajes de voz en los que que me contaban sobre sus homólogos que defendían los derechos de las niñas a asistir a la escuela con su cabello natural, o sobre una profesional que comenzó a llevar su cabello natural. Esto me recordó por qué la representación es tan importante. Aquí estaba yo, una afro-latina que aprendió a amarse a sí misma cuando comenzó a tomar cursos afro-caribeños en la universidad, transmitiendo su amor propio a las personas que la rodeaban. Estaba teniendo conversaciones con profesores sobre cómo recordarles a los niños de piel oscura que son hermosos, inteligentes e importantes para que puedan tener un día escolar exitoso. Me tranquilizó mi creencia de que el trabajo es una extensión del amor y la compasión, y de dejar siempre a una persona sintiéndose positiva acerca de quién es como persona.

El Cuerpo de Paz en la República Dominicana me ha enseñado mucho sobre mí misma. Mis amigos en casa siempre bromean sobre mi “pasión” de hablar por la justicia social, pero como dije antes, mi tiempo aquí realmente me ha enseñado a enseñar desde un lugar de amor y compasión. Mi tiempo como voluntaria en la República Dominicana como voluntario me ha recordado que todos tienen una historia, y depende de nosotros ser intencionales en ser interseccionales e inclusivos. Aprendí a amarme a mí misma en un país donde a muchos se les ha enseñado a ver la negritud como algo feo e incorrecto; a no juzgar cuando otros no han abrazado su negritud; a cuidarme antes de poder cuidar a los demás. Sin embargo, lo más importante es que he aprendido que quienes te aman pueden estar muy lejos, pero siempre serán parte de ti a través de los recuerdos que han construido juntos.